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Opinión: «Creo que esta nueva Central Nuclear tiene que construirse en Sierra Grande». Miguel Pichetto
Mucho se ha hablado de la conveniencia o no de instalar una nueva central nuclear en la Argentina, precisamente en la provincia de Río Negro. Pasados los tiempos electorales, quizás sea el momento de aportar al debate.
Antes que nada, hay que recordar que tenemos una extensa trayectoria en materia nuclear. Al inicio está la decisión del General Perón en elegir nuestra Provincia como el lugar donde comenzaría el desarrollo tecnológico de la energía nuclear, allá por la década del cincuenta. Y si la isla Huemul fue le principio, el instituto Balseiro, la Conea y el Invap reforzaron el perfil de alta tecnología de Río Negro. Todas estas instituciones tienen un merecido prestigio internacional.
En ese sentido, recordemos que el Invap ha vendido reactores nucleares a Argelia, Australia, Egipto y Perú, y construye para Arabia Saudita el primer reactor de investigación de ese país, además de participar en una licitación en Holanda. Desarrolla tecnología de punta en el ámbito nuclear, pero también en defensa, en radares, en satélites; es un orgullo para la Provincia y la Nación. Representa además un beneficio directo para la economía en términos de productividad, y también para la sociedad, ya que requiere de empleo calificado con buenos salarios.
Tenemos pues en Río Negro una larga y sólida tradición en el manejo completo del ciclo nuclear, cuya seguridad está sustentada por los altos parámetros de exigencia que establece la Conea.
En este contexto, es importante rescatar la posibilidad de construcción de una central nuclear en nuestra Provincia. La inversión prevista para este proyecto es de 8.000 millones de dólares, y cuenta con financiamiento ya otorgado por la República China. Es la inversión directa más grande en la historia de Río Negro. ¿Cuál sería su impacto? Según un reciente estudio de la Agencia de la Energía Nuclear (NEA-OCDE) y del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), una central nuclear de similares características implica 12.000 puestos de trabajo al año en la fase de preparación de emplazamiento y construcción; 600 empleados por año en la puesta en marcha y 50 años de operación; 500 empleos al año durante 10 años en la etapa de desmantelamiento, y 80 empleados durante 40 años en la fase de post-cierre.
No solo se trata de más empleo de cantidad, sino de mejor empleo en calidad, ya que la central nuclear necesitará desde ingenieros hasta oficios especializados, sin mencionar la capacidad multiplicadora de la inversión para las pymes que serán proveedoras de la obra, y que pasarán a integrar una cadena de valor basada en alta tecnología. Con una inversión mucho menor (2.000 millones de dólares), la localidad de Lima, en Provincia de Buenos Aires, supo aprovechar las obras de Atucha II.
Hablemos ahora del medio ambiente, que ha sido uno de los temas más relevantes del debate. Sabemos que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) son las que contribuyen de manera directa al calentamiento global. Al ser la fuente de electricidad baja en carbono más grande en países pertenecientes a OCDE, y la segunda a nivel mundial, la energía nuclear juega un rol clave para bajar las emisiones en CO2 del sector energético, contribuyendo así de manera decisiva a la defensa y protección del medio ambiente. En síntesis, el proyecto de la central nuclear hace a la seguridad en el abastecimiento de energía, propicia la diversidad de combustibles y abastece electricidad en grandes cantidades con costos de producción estables.
En lo personal, creo que esta nueva central nuclear debe ser construida en Sierra Grande. Esa ciudad fue gravemente afectada desde hace décadas por las diferentes crisis económicas, que la condenan hoy a un futuro incierto. La construcción de la central dará un horizonte de solidez y previsibilidad para el crecimiento económico y social del litoral atlántico de Río Negro.
De persistir en la negativa, no hay dudas que otras ciudades, otras provincias, aprovecharán esta oportunidad “llave en mano”. Serán otros los territorios y las poblaciones beneficiadas -y no Río Negro- como por ejemplo Bahía Blanca, que espera con los brazos abiertos esos 8.000 millones de dólares en inversión directa. Opinión del Senador Nacional Miguel Pichetto en el Diario «Río Negro».