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HISTORIAS EN LA ARENA

La pequeña biblioteca libre a orillas del mar donde turistas y residentes pueden acceder a ejemplares de distintos géneros y disfrutar de la lectura. Por Pablo Rebolledo

La pequeña biblioteca libre a orillas del mar donde turistas y residentes pueden acceder a ejemplares de distintos géneros y disfrutar de la lectura.

Una llamativa estructura destaca dentro del imponente paisaje natural de Playas Doradas. Se trata de una biblioteca al paso, colmada de diversos ejemplares: hay cuentos, novelas, poesía, y también literatura infantil. Emplazada en Av. Prefectura Naval Argentina y Trofón sobre el mirador “El Cuadrado”, la Biblioteca Popular La Lechuza forma parte del centenar de bibliotecas libres que funcionan en nuestro país.

Proyectos similares se pueden encontrar en varias de las capitales europeas o lugares tales como el Paseo Marítimo de Tel Aviv, sin embargo, el origen del concepto se le atribuye al norteamericano Todd Boll quien, en homenaje a su madre, una maestra y asidua lectora, construyó una pequeña biblioteca libre en Hudson, Wisconsin. El sistema se desarrolló bajo el lema «Toma un libro, deja otro» («Take a book, return a book»)

Según el Diario The New York Times la iniciativa de Todd Boll ha sido replicada en los 50 estados de Norteamérica y en alrededor de 90 países, combinando arte popular con la función de un dispensador historias al alcance de la mano. En el mismo sentido, el diario «Wall Street Journal» definió a la propuesta como una verdadera «sensación global».

En la última década, los intercambios de libros, han atraído el interés de investigadores y numerosos medios de comunicación especializados. No obstante, todavía se sabe muy poco sobre los tipos de libros disponibles en estos intercambios, las preferencias de los lectores y cómo se comparan sus colecciones con las de las bibliotecas públicas.

La Biblioteca Popular La Lechuza, inaugurada hacia fines del 2024, constituye una interesante iniciativa que es resultado del aporte de alrededor de veinte voluntarios residentes de Playas Doradas. Eligieron el nombre por votación y si bien, en un principio, esa denominación no estaba en carpeta, surgió porque la lechuza se trata de un ave que habita el territorio por lo que, en forma unánime, se lo seleccionó como una suerte de homenaje a dicha especie. La simpática y pintoresca estructura paulatinamente tomó forma con el aporte de los integrantes de la agrupación y otros residentes, con materiales donados y otros reciclados. Una vecina, a quien le gustó la iniciativa, decidió colaborar con el arte y contribuyó aportando los tan característicos ojos de la lechuza calados en madera.

Es un proyecto que pretende hacer accesibles obras literarias a turistas y residentes alentando a leer en medio de un privilegiado entorno natural, promoviendo también la circulación de ejemplares.

Y si bien esa circulación libre de ejemplares dificulta la tarea de establecer un “catálogo” o fondo de cada biblioteca, sus referentes estiman que cuentan con alrededor de 400 libros. Hay días en los que la rotación puede ser tan dinámica que resulta imposible alcanzar a identificar qué títulos entraron y cuáles salieron.

Cristina, una de las vecinas que colabora voluntariamente en la gestión de “La Lechuza”, nos cuenta que la respuesta de los turistas y residentes es excelente, tanto por el intercambio como por la devolución de ejemplares. Toman fotografías, comparten en sus redes, hacen llegar sus saludos y felicitaciones e incluso colaboran con la limpieza y orden de sus estantes.

Este grupo de voluntarios y promotores de la lectura, se encuentra en gestiones para formalizar la asociación y procurar, en un futuro, contar con un espacio edilicio que permita organizar y conservar adecuadamente el material disponible y aquellas obras que sigan ingresando mediante las donaciones.

Mientras tanto hoy están evaluando la posibilidad de instalar otra biblioteca libre, esta vez probablemente será el turno de una heladera en desuso donada por otra vecina. Y en aquellos estantes donde años atrás se guardaron lácteos, frutas y verduras hoy conservarán reflexiones, rimas, historias y personajes que esperan su turno de ser nuevamente descubiertos.

La consigna es que quien pase por La Lechuza abra las pequeñas puertas, elija un libro de su interés, se lo lleve y, si tiene la oportunidad de dejar otro en algún momento, que vuelva a pasar y lo deje. En general, la gente cumple con esta consigna, aunque no sea un requisito obligatorio.

La biblioteca popular “La Lechuza”, al igual que las doradas arenas, ya forma parte del inconfundible paisaje de la costanera de las playas de Sierra Grande.

 

 

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